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Espanha: Que tipo de jornalistas se preparam nas aulas? Equilíbrios entre formação, interesses e independência

9 de Abril de 2021


A análise da questão levanta, pelo menos, a dúvida sobre se a formação tem realmente o bem geral e a capacitação técnica como único objectivo. Ou se, além disso, está conscientemente voltada para o desenvolvimento de um sector jornalístico eficaz para a manutenção e reprodução da ordem social e política existente. E que, além disso, é mais produtivo em termos económicos. (Paula Pof)

La figura de la periodista va construyéndose a lo largo de la historia hasta que se percibe su notable responsabilidad social. En ese momento se concretan las obligaciones y responsabilidades de esta profesión, pasando de las aulas informales de la redacción y las tertulias a las enseñanzas regladas y la expedición de títulos. Siguiendo su desarrollo es interesante cuestionar si esta formalización se supedita a intereses que escapan, incluso colisionan, con la labor social del periodismo.

La profesionalización comienza con los primeros centros de enseñanza y la Ley de Prensa de 1938, que pusieron la información al servicio del Estado franquista. Un momento en el que nacen la radio y la televisión, los periódicos alcanzan tiradas de miles de ejemplares diarios y el periodismo se convierte en una actividad nuclear de las sociedades modernas. El debate entre oficio o profesión terminó inclinándose hacia el lado de una profesionalización que exigía una formulación académica específica y una titulación que definen qué es un periodista, cómo debe formarse y a qué objetivos debe atender. Esta formación ha ido mutando al compás de los momentos sociopolíticos y económicos de cada Estado y sociedad.

Con la Ley de Prensa de 1938 el franquismo hace de este periodismo reglado una institución al servicio de la propaganda del nuevo régimen, adecuándolo perfectamente a la teoría y la práctica de los sistemas totalitarios: censura previa, sistemas de consignas, designaciones de directores o asignación de cupos de papel. También en su formación, ya que el artículo 16 de la ley establecía la organización académica de los estudios.

Treinta años después, la ley fue actualizada en 1966 por Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, implementando mecanismos arbitrarios a disposición del Estado para prohibir y cerrar publicaciones contra la línea oficial. Fue aún en el franquismo cuando los estudios de Periodismo alcanzaron rango de carrera universitaria. Una fórmula defendida, en no pocos espacios, para evitar el férreo control político del régimen en la formación de estos profesionales. En 1972 nace la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense y desde ese momento, las facultades tratarán de crear un espacio científico y profesional, que muta del férreo control ideológico totalitario al control “blando” de los mercados, con una entrada paulatina y constante de la empresa privada.

El análisis de la cuestión plantea al menos la duda respecto de si la formación tiene realmente como único objetivo el bien general y la capacitación técnica. O si, además, se dirige de modo consciente hacia el desarrollo de un sector periodístico eficaz para el mantenimiento y reproducción del orden social y político existente. Y que, además, resulte más productivo en términos económicos. La labor de la periodista, históricamente y en la actualidad, se ha enfrentado a una serie de factores externos como su uso político, el avance tecnológico, la competencia, las nuevas fórmulas de negocio y los cambios sociales, políticos, económicos, etc. ¿Cómo se refleja esto en su enseñanza?

El funcionamiento del cuarto poder es parte imprescindible de nuestra salud democrática. El manoseado “derecho a la información” sirve como control y contrapeso de nuestros representantes políticos. Es garantía y posibilidad de participación política, planteando nuevas ideas y debates. Pero la historia ha reflejado más bien un uso de la academia para su control, por una parte, y para formatear al profesional perfecto que demanda el sector privado. Graduadas/os más flexibles, más adaptables, más polivalentes, y más competitivos. Un sujeto que en su puesto de trabajo debe maquetar o introducir las fotos, trabajar tanto en radio como en prensa o televisión, editar cortes de voz o imagen, escribir sobre casi cualquier campo en tiempo récord y sin pisar ninguna rana editorial.

La reformulación de los estudios de periodismo han pasado por atender estas demandas adaptándose a los intereses del mercado. Desplazando las asignaturas teóricas en favor de las más prácticas y dando un mayor protagonismo en la orientación, evaluación y contenidos a la empresa privada. Todo ello en paralelo a la aceptación y normalización de un mercado laboral cuanto menos precario.

La pauperización de las condiciones laborales de los periodistas, producto de la aplicación de políticas neoliberales vinculadas a la concentración económica, mediática y tecnológica, no sólo han mermado el prestigio y la fortaleza de la profesión sino que han normalizado la mala remuneración. A ella se suman, mermas en las condiciones de trabajo, más inseguridad y flexibilidad, presiones de distintas naturalezas, falta de autonomía en el trabajo y un ambiente laboral tensionante. Condiciones que ya no sólo afectan a periodistas recién salidas de la facultad.

Existe un ‘problema social’ en la empresa informativa: prioriza el aspecto comercial. Obliga a convertir las informaciones en anuncios; haciéndolas inservibles para ahondar en la actualidad. Muchos medios apenas pueden mantenerse solventes con las actuales dificultades económicas. Operan como empresas comerciales competitivas. Sus directores venden noticias y, tras la máxima ganancia, dejan que su criterio informativo se torne en financiero. Así, el periodista se convierte en un mercenario informativo a la caza de números positivos. En el primer año de carrera nos convencieron de que el periodismo se debe a la sociedad y evoluciona con ella pero, ¿cuán cercano se encuentran realmente el periodismo y su formación de la sociedad?

La profesionalización-formación tiene argumentos irrefutables. Pero no puede derivar en la creencia de que por sí sola conjura el peligro de la parcialidad. Pensadores como Michel Foucault argumentan que las disciplinas académico-científicas surgieron en el siglo XIX, en el marco de la sociedad burguesa y de los estados liberales. Así estos dispusieron de instituciones y dispositivos de supervisión y control –disciplinarización– de la producción del conocimiento y de las competencias de cada campo del saber y de la actividad humana.

La participación social en democracia depende de la información derivada de un profesional formado en las instituciones del propio sistema. Desde ahí ejerce como mediador principal entre la ciudadanía y la esfera política. Que el profesional monopolice esta función y los canales para ejercerla puede suponer un problema. Especialmente, si actúa supeditado a los parámetros que mantienen ese sistema y que acotan su actividad a aquellos que pueden permitirse ser partícipes del mismo.

La apuesta por la profesionalización y formación conlleva un criterio de verificación válido, pero la noción de ciencia, de disciplina y los valores a ella asociados son un producto histórico. Sabemos que la instrumentalización, incluso adiestramiento, de la periodista obedece a fines políticos y de mercado. No solo en regímenes autoritarios, también en democracias capitalistas. Las demandas del sistema y la lógica del beneficio determinan la actividad, el perfil y la formación de una profesional cuya labor social es imprescindible en el ejercicio de nuestros derechos. Es necesario entonces cuestionar todo: la academia, la forma en que el periodismo se mimetiza con el entorno, su relación, las estructuras sociales que lo validan y su influencia.

Paula Pof, jornalista – Publico.es

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